< El ambiente melancólico en que suele vivir el profesional de la medicina le impulsa a las actividades artísticas como reacción compensadora y saludable. Mil veces se ha dicho y es verdad. (…), tiene un sentido de sublimación que nos hace grato, o por lo menos llevadero lo que sin ello sería doloroso tedio o insoportable pesadumbre.>
Gregorio Marañón
Robinsones en Babia es un testimonio de la lucha silenciosa contra el abandono y la soledad, y a su vez, una oda hacia el sentido de pertenencia que no se doblega ante la modernidad. Porque, a pesar de las inclemencias, aunque muchos partieron en busca de un futuro más grato en la ciudad, Babia sigue siendo un refugio irrenunciable para quienes se aferran con uñas y dientes a las raíces de su tierra. Aquí, entre picos imponentes, bajo el aislamiento de la nieve y el hielo, el tiempo tiene otra cadencia; los veranos son breves y se marchan con la misma fugacidad con que llegaron; los ancianos se vuelven guardianes de una herencia que desaparece lentamente con cada generación; el concepto de hogar es una mezcla compleja de nostalgia y tenacidad. En este contexto, siendo el médico de dicha región, Pedro Higueras se adentra en la vida cotidiana de aquellos que han hecho de Babia un bastión. Sus fotografías capturan la esencia del paisaje agreste y los rostros curtidos por la severidad del invierno, pero también las ausencias. No es solo la crónica de un lugar vaciado por el éxodo rural, sino una meditación profunda sobre la fragilidad del tiempo y la resonancia de todo lo que ya se ha ido
Mario Castro Baro
Comisario y diseñador de la muestra
Muestra final del proyecto Robinsones en Babia en Expositivos 24
Sala de Arte y Exposiciones El Palacín de León
La muestra final del proyecto Robinsones en Babia, diseñada y producida con motivo de la dotación de Expositivos 24, se compone de veinte (20) obras fotográficas y un audiovisual (Ser en Babia) editado por Katerine Álvarez. La traducción de los archivos originales, el tratamiento digital y la producción de las obras fotográficas fue llevada cabo en el estudio profesional de Auth' Spirit mediante la técnica de impresión giclée, sobre papel FineArt Hahnemühle Photo Rag 308 gr. cortesía de Nuart Digital; siendo posteriormente enmarcadas en el taller de Espacio_E con moldura arquitecto lacada en blanco y cajeado.
- 1 copia en papel Hahnemühle de 240 x 152 cm*
- 2 copias en papel Hahnemühle de 110 x 77 cm*
- 1 copia en papel Hahnemühle de 100 x 67cm
- 3 copias en papel Hahnemühle de 90 x 60 cm
- 4 copias en papel Hahnemühle de 60 x 40 cm
- 1 copia en papel Hahnemühle de 60 x 40 cm*
- 2 copias en papel Hahnemühle de 42 x 28 cm
- 5 copias en papel Hahnemühle de 28 x 19 cm
- 1 copia en papel Hahnemühle de 21 x 15 cm*
- 1 Audiovisual (Ser en Babia)
(*) Obra sin enmarcar
Imágenes fotográficas del proyecto Robinsones en Babia: ©Pedro Higueras
Traducción de los archivos originales, tratamiento digital y preimpresión: Auth' Spirit
No hay nada nuevo en los terrenos deshabitados, el éxodo campesino transformó el concepto de abandono, y lo hizo cotidiano. Cortijos, pazos, masías y casonas dejaron de hacer ruido y pasaron a ser propiedad de zarzales, humedades y derrumbes. Cuanto más alejados de la costa, más abandono y más vacío.
Babia no es la excepción, el cierre de la minería y la búsqueda de un trabajo más cómodo en Asturias y León, despoblaron el territorio; y el puente del pantano de Luna en vez de atraer población, lo que facilitó fue su huida. Aun así, esta comarca no está en paliativos como pasa con valles vecinos; está, eso sí, en cuidados intensivos.
Cuando llegué a trabajar a San Emiliano descubrí que queda una estructura social fija, personas que no cierran su casa en invierno, y gente joven que apuesta por trabajar y formar familias en la montaña, lejos de un núcleo urbano.
En invierno, desde sus cocinas se vigilan unos a otros, pues muchos viven solos, y tu supervivencia depende del vecino que te observa y puede dar la voz de alarma si algo no cuadra. Una barra de pan colgada en su bolsa de la manilla de la puerta y no recogida puede significar que te salves de morir de frio en el suelo después de una caída; ahí estarán la panadera o el cartero para dar la voz de alarma.
Pero en estos valles también hay retornados que no vieron ventaja en la ciudad; y niños… también hay niños. Los niños son genialmente infantiles, porque entre animales y monte, incluso los adultos no dejamos de serlo. No tienen miedos urbanos, que atan a nuestros hijos y no son sino espejo de los de sus padres, y en la forma de desenvolverse se aprecia que tendrán las herramientas necesarias para quedarse, o conquistar cualquier gran ciudad. Es una movilidad más sencilla, la del campo a la ciudad, pues la migración inversa es mucho más difícil, ya que, para estos niños, su tiempo libre es una escuela de adaptación al medio; es más fácil aprender informática que volver a la guadaña, hay más profesores.
El proyecto se inició buscando un lugar dentro de esa comunidad, al ser el médico del pueblo no resultó difícil, y después de muchos meses la cámara fue apareciendo, sin prisa, y con más avidez por sus historias que por sus imágenes. El peso de la narración se lo he querido trasmitir a los más mayores, personas que acumulan inviernos y nevadas, con una tolerancia aprendida del aislamiento, y una relación con la enfermedad y la muerte que se ha perdido en zonas menos periféricas. Cada uno de estos ancianos ha curtido su carácter con muchas horas de estufa, o mirando la lumbre, lo cual facilita el soliloquio y aleja los miedos, pues se teme lo desconocido, no lo meditado.
Después de más de un año como testigo, sentí el verano como un espejismo de casas abiertas y turistas; centré por ello las fotografías en los habitantes de invierno, cuando esa pequeña sociedad de ganaderos, albañiles, hosteleros y jubilados están sin extraños, siendo ellos mismos, sin crear una performance de la vida campesina de cara al visitante.
Aún no he cerrado este trabajo, tengo varias historias por escuchar y a sus protagonistas esperando para pasar un rato de conversación y fotografía; poco a poco, como empezó todo, y como marcan sus protagonistas.
Son mis Robinsones, y están en Babia.
Pedro Mª Higueras Castañeda